Naturaleza solitaria o vida social


Extraigo del libro «El camino del encuentro» de Jorge Bucay esta revisión histórico-filosófica que me parece interesante:

Como se sabe, filosofía significa ante todo preguntas y, a veces, algunas respuestas siempre provisorias, nunca definitivas.

Los filósofos empezaron a pensar modernamente sobre el sentido de la vida en sociedad alrededor del siglo XV, cuando la verdad dejó de ser propiedad exclusiva del pensamiento escolástico y, por tanto, de los hombres ligados a la Iglesia. Cancelado el monopolio y aquietada la persecución del pensamiento ilustrado, cada libre pensador empujó a otros a acordar y a desacordar, a desarrollar o a confrontar las nuevas ideas sociales y políticas. Así se fue configurando un entramado de diferentes posiciones sobre el porqué y el para qué de la relación del hombre con el grupo social en el que se inserta.

La filosofía se vio forzada entonces a plantear la discusión sobre la esencia del ser humano.

Durante los primeros doscientos años de ilustración, los filósofos parecen acordar que la sociedad y la moral van en contra de la naturaleza humana, porque dicha naturaleza es solitaria, egoísta y anárquica.

Este punto es fundamental, porque a partir de esa idea queda establecido “oficialmente” que si bien la moral está muy bien la sociedad está muy bien y el control está muy bien… nada de eso es natural. Lo natural, advierten la mayoría de los filósofos, es la lucha del individuo por autoabastecerse, el intento de no depender de nadie. La naturaleza humana, se sostiene, sólo se fija en lo que necesita, en lo que le importa, en lo que mezquinamente desea. Todas las demás conductas, sobre todo las “sociales”, son una creación del hombre civilizado y, por lo tanto, antinaturales.

A finales del siglo XVI, Montaigne (1533-1592) ya sostenía que El hombre vive en sociedad porque lo necesita y no porque le agrade hacerlo. Sostiene que si dejáramos al hombre liberado a su propio deseo, él preferiría estar solo, cuando el ser humano convive lo hace en un intento de aunar fuerzas para enfrentar la búsqueda de su propio bienestar. A cambio de recibir el apoyo, la ayuda o la fuerza que le dan los otros, el hombre acepta pagar el precio de renunciar a muchos de sus deseos personales. Montaigne propone: Desatemos los lazos que nos atan a los otros y los que los atan a ellos a nosotros para que cada uno pueda vivir a su modo, y conseguir entonces que su satisfacción dependa de él mismo.

La idea de la naturaleza independiente dominó la historia de la filosofía moderna signando la búsqueda de la esencia de cada uno: el ser independiente sin ataduras con nadie. Montaigne es el primer filósofo que dice que la dependencia no sirve porque nos ubica en lugares complicados respecto de los demás.

Si Montaigne ponía el acento en desatarnos, en abolir la dependencia, Pascal aporta una mirada analítica: No importa si nos desatamos o no, se trata de lo que hacemos sino de establecer el por qué lo hacemos. Lo que sucede es que no estamos satisfechos con la vida que llevamos, y entonces nos juntamos para vivir un poco la vida de los otros. Queremos vivir en la vida de los demás y por eso nos esforzamos en que los otros nos acepten.

Según Pascal (1623-1662), esta dependencia es parte de nuestra miseria y deberíamos deshacernos de ella. Él cree que nos quedamos colgados de la vida de los demás justamente porque no estamos llegando a ser lo que deberíamos ser.

La Bruyère (1645-1696) cree que el ser humano es ermitaño por naturaleza y que lo social y lo gregario aparecen como creaciones humanas. Y sus ideas establecieron lo siguiente: Al individuo no le gusta compartir la presa que cazó, pero la comparte porque la sociabilidad se ha vuelto para él una regla que acordamos por una u otra razón. La naturaleza humana no sólo es egoísta, sino más aún insaciable y solitaria.

A partir de esta idea de la esencia solitaria del ser humano, aceptada con más o menos agrado en la época, aparecen dos posturas filosóficas totalmente diferentes: una dice que hay que combatir esa tendencia porque es perjudicial para la sociedad y otra opina que hay que glorificarla y darle más fuerza. Para uno, lo ideal tiene que someterse a lo real, para los otros, lo real debe someterse a lo ideal.

El primer filósofo que dice que hay que combatir la naturaleza solitaria y bárbara del hombre se llamaba Maquiavelo.

Para Maquiavelo (1469-1527) la sociedad era importante como mecanismo de control para enfrentar los intereses particulares y personales de la naturaleza humana. La vida sería permanentemente una lucha a muerte donde cada uno trataría de matar al otro para conseguir lo que quiere. Según él, la gran habilidad del ser humano consiste en dominar los intereses personales para conseguir que la sociedad lleve a la superación del individuo como un todo, porque si la sociedad no cumpliera con esta pauta la vida sería una constate rivalidad

Esta idea, muy conocida, fue retomada por Hobbes (1588-1679) en la famosa frase: “el hombre es el lobo del hombre”, lo cual parece significar que, en tanto depredadores, ante una presa deseada, dos hombres van a pelear a muerte por obtenerla si no son capaces de acordar previamente algo que los condicione a no rivalizar.

Lo que Hobbes decía, y Maquiavelo o Montaigne avalaban, es que nosotros somos esencialmente solitarios, y que la dependencia con los otros surge desde nuestro propio concepto de preservación. Los hombres nos juntamos con los otros porque de alguna manera nos conviene, y si no nos conviniera nos mantendríamos mas independientes y aprenderíamos, como dice Pascal, a ser felices solos, a bastarnos con nuestra propia vida.

Estamos en los siglos XV, XVI, épocas de violentas turbulencias sociales y de cuestionamientos políticos al orden vigente. Maquiavelo enseña que si el hombre no estuviera sujeto a reglas y prohibiciones viviría en una guerra perpetua por el poder. Porque es justamente el poder lo que daría la posibilidad de tener lo que el individuo desea esencialmente.

La Rochefoucauld (1613-1680), por su parte, cree que la vida en sociedad es absolutamente imprescindible para poder sobrevivir, y si no existieran las reglas sociales, si se dejara al hombre librado a su naturaleza, la idea de que el hombre es el lobo del hombre (Hobbes) sería confirmada en los hechos permanentemente. Según La Rochefoucauld, no podemos arriesgarnos a dejar que esta naturaleza se manifieste sin censuras, por lo cual propone combatirla moralmente, con educación, con pautas. La vida en sociedad, dice La Rochefoucauld, restringe los apetitos inmoderados del hombre y le impone el ideal social:

El yo quiere erigirse en el centro de todo, quiere dominarlo todo, por lo tanto hay que tratar de combatir a ese dominador con reglas sociales que sean suficientemente estrictas y rígidas como para frenarlo, porque de lo contrario esta ambición desmedida de poder, esta sed de dominio, terminarían dominando la historia.

En este punto del planteamiento aparece el pensamiento de un filósofo más conocido por nosotros: Emanuel Kant (1724-1804). Él dice: El ser humano vive en una insociable sociedad, queriendo decir que la sociedad, lejos de ser una cosa elegida por el ser humano, es una transacción, algo que concretamente hace para poder responder a una necesidad. Según Kant y tal como decía La Bruyère, la naturaleza del ser humano es la soledad, pero agrega que este ser socialmente inepto, egoísta y solitario tiene tres necesidades básicas: sed de poder, sed de bienes materiales, y sed de honores.

Kant abre el pensamiento a los que siguen, comparte con Maquiavelo la idea de que el hombre necesita dominar, y con Hobbes la idea de la necesidad de tener posesiones. Lo nuevo en el pensamiento de Kant se vincula con la necesidad del hombre de ser honrado (en el sentido de aplaudido, glorificado, admirado). Es posible que el hombre tenga bienes sin necesidad de que existan los otros, pueden tener dominio sobre su heredad, sobre la tierra y sobre los animales sin que existan los demás, pero ¿cómo podría tener honores en soledad?. Para tener quien lo honre, necesita de otro.

Así, para Kant, creamos una sociedad para que nos dé el honor que necesitamos porque solos no podemos conseguirlo. De alguna manera con Kant, seguimos manteniendo la idea principal: hay que combatir la naturaleza solitaria del hombre porque de lo contrario la humanidad no puede subsistir.

Como dije antes, hay pensadores que lejos de combatir la naturaleza solitaria del hombre piensan que hay que hacer lo contrario: glorificarlo.
Desde Cicerón (106-43 a.C.) (hay que dejarse fluir y ser… y dejar que el otro opine) hasta Diderot (1713-1784) (el interés gobierna la conducta pero hay que dejar que el ideal se someta a lo real), muchos filósofos construyeron planteamientos provocativos para convencer a sus contemporáneos de dejar que la naturaleza prive sobre el condicionante. Dentro de esa línea quiero referirme sobre todo a dos pensadores muy conocidos e importantes aunque no siempre, creo, bien entendidos: Sade y Nietzsche.

Sade (1740-1814), se preguntaba: ¿Por qué dejar que mis intereses personales y mis propias inclinaciones estén liberados a lo que la sociedad me permite o no me permite?. ¿Por qué no sentirme a mi mismo libre de salir a procurarme aquello que me gusta?. ¿Por qué tengo que condicionar mi placer al permiso del otro. ¿Quién es el otro para decirme que puedo tener o que no puedo tener?. ¿Por qué no ser realmente como digo que soy y juntarme solamente con aquellos que comparten conmigo mi propia manera de encontrar las cosas que necesito, para juntarnos a disfrutar de ellas sin depender de la aprobación de los otros?.

Según Sade, si yo soy esencialmente libre y esencialmente humano, no tengo que depender del permiso del otro. Soy un adulto, y por lo tanto yo mismo soy el que tiene que decidir qué está bien y qué está mal para mi y, a partir de ahí, salir a buscarlo. Su planteamiento consiste en aceptar la naturaleza independiente del ser humano en lugar de combatirla, para que luego cada uno sea el dueño de su propia vida.

Nietzsche (1844-1900) hablaba del “superhombre” (si el hombre llegara a ser lo mejor de si mismo, dejaría de depender de los otros). Sostenía que los seres superiores son independientes de los demás para saciar la sed a la que Kant hacía referencia. Para Nietzsche, los bienes, los honores y el poder no se consiguen dependiendo de la mirada bondadosa del otro, ni con la más adecuada inserción social; se consiguen simplemente peleando por conseguirlos y ganando la pelea.

El pensamiento de Nietzsche está muy relacionado con el planteamiento anarquista cuando dice: Mis semejantes son siempre mis rivales o mis colaboradores. Es decir, yo tengo un interés, un deseo, una voluntad, y entonces me encuentro con otro que, como tiene mi mismo deseo, tiene dos posibilidades, si hace alianza conmigo, es un colaborador, si decide competir conmigo por la cosa es un rival, si no lo puedo hacer un aliado se volverá un enemigo. De modo que, viviendo entre colaboradores y rivales, o condiciono y manipulo el afuera para que se transforme en un colaborador (Maquiavelo) o directamente rivalizo con el otro y peleo por vencerlo.

Pero Nietzsche se pierde cuando descree de toda colaboración. Él considera que la pelea por las cosas es inevitable, y entonces concluye que el mundo es de los fuertes, de aquellos que pelean y ganan la pelea. En relación a esto establece una moral de amos y una moral de corderos. La moral del amo es la de aquel que es fiel a su propia esencia, a su propio deseo. La moral de corderos es la de aquellos que se sienten y se saben débiles y entonces se juntan con otros confromándose con la mera supervivencia.

Para Nietzsche, los corderos desarrollan sentimientos “inferiores” como la piedad, la conmiseración y el miedo a estar un día en un lugar del que padece. Para este filósofo, la caridad funciona desde esa moral de corderos. La moral de superhombre, como él llama, será la de alguien que no dependerá de que el otro apruebe o no apruebe, como decía Sade, sino que será leal a sus propios principios mas allá de la aprobación o el permiso de los demás.

Cuando Nietzsche habla de la moral del superhombre se refiere a dos cosas; una fundamental: reinar en soledad, y otra alternativa: someter al que se oponga. Puesto en primera persona esto se enuncia así: yo soy solitario, sé lo que quiero, sé adónde voy y no molesto a nadie, pero si te opones entonces te someto o te destruyo.

Según Nietzsche, la sociedad en la que vive, a la cual llama sociedad burguesa, se ha conformado con la moral de los corderos: proteger a los débiles, encontrar la postura mas cómoda y unirse a los demás buscando fuerzas.

Queda claro que Nietzsche se opone a lo que afirmaba Hobbes. Un hobbesiano que leyera a Zaratustra diría que si uno dejara salir su esencia (el superhombre) se dedicaría a destruir a los demás. Nietzsche dice:

Dejamos que el individuo solo encuentre su lugar y entonces la competencia no surgirá, porque cada uno dejará de estar mirando lo que el otro hace y dejará de querer lo que el otro tiene.

Mas allá de la discusión sobre si el control de esta naturaleza solitaria es deseable o indeseable, lo que estos pensadores trataban de demostrar es que, combatiéndola (pensando que el hombre en absoluta libertad terminaría matando al otro) o glorificándola (enarbolando la bandera de que en libertad el hombre viviría sin molestar a nadie), en ambos casos, vivir en sociedad es una conducta aprendida y antinatural.

Desde este razonamiento aparentemente inapelable sólo hay dos alternativas:

1- Acepto la tendencia solitaria del ser humano, a pesar de su insoportable vulnerabilidad, y por ende acato la idea de que por conveniencia debo renunciar a mis necesidades egoístas para poder convivir con los demás de quienes de alguna manera dependo.

2- Sostengo que puedo prescindir de juntarme con los demás y me alineo en la idea de ser autoabastecente, renunciando a la necesidad de quedar colgado de otro que se haga cargo de mi. Concluiré creyendo que, dominando mis inseguridades, no necesito para nada vivir en sociedad.

¿Habrá otra posibilidad?

A comienzos del siglo XVII aparece Rousseau (1712-1778) para revolucionar las ideas que se tenían hasta ese momento. Porque Rousseau es el primero de su época que dice: es cierto que el ser humano se asocia con los otros para cazar, para ser más fuerte, para tener un colaborador en un determinado fin, pero también es cierto que a veces se asocia sin ninguna razón. Y entonces se pregunta: ¿qué otra razón lleva al ser humano a asociarse con otros seres humanos?. Y sugiere que dicha razón debe estar en su naturaleza.

A diferencia de los filósofos anteriores, Rousseau concluye entonces que, lejos de ser solitaria, la naturaleza del ser humano es gregaria, social. Para él, lo que antes era visto como naturaleza solitaria y bárbara del hombre forma parte de su alejamiento de la sociedad. Plantea esa manifestación como un resultado posterior en lugar de una condición previa.

Por otro lado, Rousseau dice que el individuo tiene dos amores: el amor propio y el propio amor. Llama amor propio a lo que nosotros llamaríamos hoy vanidad, y propio amor a lo que hoy llamaríamos autoestima.

La vanidad me lleva a conseguir lo que necesito por la utilización de los demás, a utilizar a los otros para congraciarme. Así quiero los honores (Kant) para sentirme bien, y entonces busco a los demás para que me honren. Pero también me relaciono con los demás por la necesidad de ser considerado por el otro y llenar así nuestra olla de autoestima.

Cuando Rousseau llega a esta idea, la relaciona con la idea aristotélica de que el hombre que no reconoce que necesita la vida en sociedad (o que no vive en sociedad) o es un dios o es una bestia. Esta frase de Aristóteles (384-322 a. C.) ya la había tomado Nietzsche afirmando: entonces seamos dioses, reconozcamos que no necesitamos de los otros. Pero Rousseau afirma: no somos ni bestias ni dioses, somos seres humanos, y por lo tanto necesitamos esencialmente la consideración de los otros. Se refiere entonces al mito de Aristófanes, de Platón (428-348 a. C.). La característica que tiene este personaje es que se siente incompleto y busca bienes, triunfos militares, parejas, tiene hijos y nunca se siente satisfecho, hasta que un día se sienta en una mesa con alguien que le dice: “Eres Aristófanes, yo te conozco”, y cuando el otro le dice esto, Aristófanes se siente por fin completo.

Aristófanes representa aquí la incompletud que sólo se resuelve cuando alguien te describe. Rousseau opina que el ser humano se junta con otros, no por utilidad, sino porque sin los otros se siente mutilado. La gran diferencia con Kant y La Bruyère es que para Rousseau la incompletud es parte de la naturaleza humana.

Rousseau es el primero que dice: La naturaleza humana consiste en sentirse incompleto en soledad.

Esto es lo opuesto de La Bruyère, quien decía: la naturaleza humana es la soledad y la sociedad surge como una necesidad propia de reconocimiento y valoración, de aplausos, de honores.

Dice Rousseau: El salvaje vive en si mismo, y cree que no necesita a nadie, el hombre sociable vive en manada y obtiene de los demás protección y reconfirmación de su existencia, aplauso o alabanza. El verdadero ser humano se relaciona porque sólo así tiene sentido su vida.

Esta idea tiene tanta fuerza y es tan revolucionaria en la historia de la filosofía, que empieza a modificar el pensamiento político de su entorno.
Soy incompleto si no tengo al otro, no tiene sentido mi vida si no tengo al otro, no puedo significar mi vida si estoy solo, dice Rousseau.

Las ideas de Rousseau tienen dos derivaciones importantísimas para la historia moral. Una es el pensamiento de Adam Smith (1723-1790), un economista muy ligado a la evolución de la humanidad y los procesos sociales. Él empieza a traer la idea de la necesidad de aprobación diciendo que no nos basta solamente con que el otro esté y nos reconozca, necesitamos además que nos apruebe. Llega a afirmar que la búsqueda de la posesión de bienes no es por la riqueza en si misma, sino porque uno sabe que con las posesiones se gana la simpatía y la aprobación de los otros. En vez de pensar en una sed esencial del hombre, piensa que esto le permite al hombre sentirse mas completo.

Adam Smith es el primero en decir que la indiferencia del afuera es tan terrible que puede llegar a matar. La frase: “lo mató con la indiferencia” está originada en su pensamiento. La mirada del otro es para él una necesidad, no podemos sobrevivir si no hay por lo menos alguien que nos dé su aprobación, y los bienes materiales son exactamente para esto. El sujeto, decía Smith, está incompleto y necesita de los otros para forjarse su identidad.

Como única alternativa para resolver esta dependencia sin colgarse de los demás, propone una posibilidad que estará reservada sólo para algunos: Dios. Si yo no quiero vivir dependiendo de que otro me califique, siempre me queda la posibilidad de creer que Dios es el que me puede dar esta aprobación.

La fe aparece como un recurso que me devuelve la independencia y la fortaleza sobre mi mismo, reconociendo mi necesidad social pero otra vez volviendo a la primera idea de La Bruyère: la soledad. Ahora puedo estar sin nadie, no me importa, El Jefe me va a dar su aprobación y nunca me sentiré solo, inseguro ni incompleto.

La evolución posterior ha dado algunas otras soluciones para este tema: la conciencia, el superyo. La idea moral y ética de los principios no es ni más ni menos que la introyección, la puesta adentro, de la aprobación supuesta de los demás.

Yo me siento completo únicamente si hago las cosas de acuerdo con mi conciencia, de lo contrario me siento mal, insatisfecho.

El superyo, la moral, la ética, la sociedad como una abstracción, en última instancia son la respuesta a la necesidad de la búsqueda de simpatía y aprobación de los demás.

Georg Hegel (1770-1831), el último pensador de la época, es tan importante y revolucionario que va a influenciar a todos los que le siguen (Freud, Lacan, Adler, Perls, Pichón Riviera, etc.). Hegel toma las ideas de Rousseau y las desarrolla a niveles inconmensurables. Dicen los que han estudiado que el pensamiento de Hegel era tan avanzado para su época que nadie lo entendía. Pasaron muchos años antes de que la humanidad pudiera entender lo que Hegel quería decir.

Todo lo que nosotros sabemos de este pensador es lo que Kojeve escribió en el libro «Interpretando a Hegel» (muchos dicen que tampoco Kojeve era muy fiel a lo que Hegel decía).

A la idea de Rousseau, Hegel le agregó que la incompletud no se resuelve ni con el reconocimiento, ni con la aprobación del otro. Hegel decía que lo que el individuo necesita, no como una cosa aprendida, sino cono condición de su humanidad, es mucho más: es la admiración de otro.

El individuo necesita que haya alguien que lo valore, que lo reconozca, que lo aplauda, no alcanza con que el otro le diga “Eres Aristófanes” (porque cuando Aristófanes recibe esta mirada, no es la mirada de alguien que lo reconoce, es la mirada de alguien que le da el reconocimiento que implica su admiración, dice Hegel).

Para él, la continua lucha del ser humano es por conseguir que alguien lo valore, le dé un lugar de importancia. Si no fuera así, se quedaría con esta sensación de incompletud, se sentiría mutilado, no tendría la posibilidad de sentirse satisfecho.

Hegel coincide con Rousseau en que la esencia del ser humano es sociable. Él dice: el ser humano solo y único en el mundo no sería un ser humano, sino un animal.

Estamos en 1780 y, a partir de ahí, el gran pensamiento hegeliano nos complica porque las cosas empiezan a mezclarse…

Así como en el pensamiento de Nietzsche se basaron algunas ideas políticas, las nazis entre otras, en las ideas de Hegel, su filosofía y el planteamiento del amo y el esclavo, se apoyaron varias corrientes ideológicas, entre otras, el marxismo y la fundamentación del materialismo dialéctico.

Hegel dice: siempre que hay dos individuos, cada uno de ellos quiere la admiración del otro, y en esa competencia, uno va a triunfar y el otro no. La historia de la humanidad es la sociabilidad a partir del esquema donde entre dos que se encuentran uno tiende a ser el amo y el otro tiende a ser el esclavo.

No es una idea complicada, miremos la historia de la humanidad y veremos que en realidad siempre hay dos bandos que están peleando por ser el amo y dejar al otro en el lugar del esclavo. Y esto no tiene que ver con conseguir el placer sádico de esclavizar al otro, sino con lograr, dice Hegel, su admiración conseguir que me idolatre, que me ponga en un lugar superior, el lugar de amo. Hace recordar un poco a Nietzsche, a la moral del superhombre y el cordero, ¿verdad?.

Establecido el ganador, todo parece resuelto, pero aquí aparece la paradoja. Recordemos que estamos partiendo de la idea de que la completud humana se consigue solamente cuando uno recibe la admiración del otro, y por lo tanto, los que no la reciban quedarán incompletos y perderán su condición mínima de dignidad humana.

En esta batalla entre futuros amos y futuros esclavos, donde estamos compitiendo por ver quién es quién, supongamos que eres tu el que gana. Tu eres el amo y por ende yo soy el esclavo y lo admito. Ahora eres un ser humano completo, has conseguido la admiración de alguien, la mía. Yo soy el esclavo y he perdido, tu no me admiras, todo lo contrario, me desprecias. Vas a decir. Yo gané, tu eres el esclavo, tu no eres ni siquiera un ser humano, tu no vales. Y cuando no soy ni siquiera un ser humano completo y soy despreciable… mi admiración deja de servirte.

Entonces Hegel dice: el final del camino del amo es irremediablemente el vacío existencial, porque cuando finalmente consigue la admiración que necesita, ésta pierde sentido y la desprecia.

¿Qué hace entonces el amo?. Busca a alguien más, porque la verdadera historia del amo es que siempre tiene que buscar a alguien valioso que le dé la admiración que necesita. Para Hegel, irremediablemente, los amos están condenados a buscar un tercero, el mundo no se puede plantear de a dos, el mundo se plantea de a tres. ¿Por qué?. Porque hace falta un testigo, alguien que testifique que yo sometí al otro. Con lo cual ese tercero, que no es mi sometido, me va a admirar por haber sometido a mi esclavo.

La trama vital, por lo tanto, requiere de tres personajes: A que pelea con B y lo vence, y C que es testigo de la batalla y concede a A la admiración por ser el vencedor (sin el testigo del triunfo éste no tiene mérito ni trascendencia). Los tres personajes, nos aclara Hegel, son igualmente necesarios aunque sus roles distan mucho de ser rígidos o permanentes.

En efecto, una vez que A vence a B, y B es descalificado como admirador, pasado el primer momento de plenitud frente al aplauso de C, se plantea lo irremediable: entre A y C ¿quién está por encima y quién por debajo?. Deberán competir entre sí, y cuando esto suceda, no importa quién triunfe – y esto es lo más interesante -, el vencedor necesitará que B, el antes esclavo, sea testigo.

El ciclo se ha completado y vuelve a comenzar infinitamente. La paradójica lucha del amo y el esclavo. La eterna lucha de quién está por debajo de quién y hasta cuándo. Hegel dice que la historia de la humanidad está cifrada por esta lucha, quién somete a quién en presencia de quién.

Necesito que me den admiración pero en esta búsqueda siempre voy a terminar compitiendo con alguien, en una lucha dinámica donde el derrotado se transformará tarde o temprano en un personaje importante: el testigo de una nueva situación.

Por supuesto que las ideas de Hegel existían antes de Hegel, como las ideas de Nietzsche existían antes de Nietzsche, porque las ideas no son patrimonio de aquellos que las dijeron, pertenecen a la humanidad. Y esta historia que la izquierda utilizó para explicar la lucha de clases es para Hegel la historia de la humanidad.

Esta es, dice el filósofo, la verdadera historia del hombre y la mujer frente al pecado original, es la historia de Caín y Abel, es la historia de Zeus y Cronos, es la historia de Castor y Polux, es la historia de todos los duelos míticos donde, en realidad, nunca hay sólo dos, siempre hay tres: dos que pelean por la aprobación de un tercero.

Esto es lo que Freud (1856-1939) vuelve a tomar cuando habla del conflicto edípico. Un conflicto planteado entre tres: un hombre, una mujer y un hijo. Una historia de rivalidades sobre quién es el amo, quién es el esclavo, quién es el testigo; un juego de rivalidades que aparece como el mito de Tebas.

Para Freud, toda la historia de la humanidad es una repetición del conflicto edípico. Leyendo a Freud uno podría explicarse todos los fenómenos humanos, como podría explicarse toda la historia desde Montaigne o desde Nietzsche. Quizás sea cierto que en cada pequeño misterio que se resuelve, se resuelve el misterio del universo, cada vez desde un lugar diferente, cada vez desde un lugar nuevo, cada vez desde un lugar mejor.
Siempre asocio este pensamiento con una antiquísima parábola que una vez me contó un talmudista:

Para el judaísmo, el lugar mas importante de la tierra era el altar del gran templo de Jerusalén, el momento más importante del año era el día de Iom Kipur cuando las puertas del arca se abrían para exponer la Torá ante el pueblo de Israel, y la persona más importante de todas era el Gran Rabino que oficiaba el servicio ante toda esa concurrencia. En ese instante la conjunción era única: la persona más importante, en el lugar más importante, en el momento más importante. La tradición judía señala que si en ese preciso instante un mal pensamiento hubiera pasado por la cabeza de ese hombre, el mundo entero habría sido destruido… Cuenta el Talmud que en realidad cada hombre es tan importante como el Gran Rabino, cada lugar es tan sagrado como aquel templo y cada momento tan trascendente como la apertura del arca. Cualquier pensamiento dañino, en la mente de cualquier hombre, puede en cualquier momento destruir al mundo.

Cuando uno lee el pensamiento de Hegel, se dice: es cierto, la humanidad realmente se ha manejado así. Y sin embargo lo que Hegel describe no es un modelo funcional de la sociedad, sino una situación social específica, que es la situación de rivalidad, la situación de la batalla, de la guerra. Debe existir otra posibilidad que la de competir por el espacio de admiración..

Sobre finales del siglo XIX, principios del siglo XX empiezan a revisarse estas ideas y se hacen críticas importantes a Hegel y a sus seguidores.
Los post-freudianos critican el modelo del conflicto edípico como explicación universal. Acusan al psicoanálisis de volver demasiado a La Bruyère al sostener que el ser humano es esencialmente solitario y que se conecta con los otros por un tema de necesidad (que define sobre todo desde la teoría de lo sexual).

Freud se destaca por darle a la sexualidad el lugar de pivote sobre el cual giran casi todas las cosas. Si bien hay que aclarar que para Freud el significado de “sexual” difiere mucho del concepto coloquial de la palabra. Para el gran maestro lo sexual refiere a la líbido, a la energía que ponemos al servicio de las cosas, es decir al interés sobre hechos y personas. Lo sexual es mucho más que genital y puede no tener ninguna relación con el pene o la vagina.

La idea sería aproximadamente la siguiente: Partiendo de la idea de La Bruyère que sostenía que el hombre se asociaba para satisfacer un deseo que no puede completar en soledad, el pensamiento psicoanalítico concluyó que si el otro es un objeto de deseo para mi, esto me llevará a juntarme con él. Hasta el concepto del instinto de muerte que liga al inconsciente con la búsqueda de la autodestrucción suena ligado a la historia del aislamiento esencial al que tendemos a volver (con la idea de la sociedad como algo antinatural metido a presión en el ser humano).

Si bien Freud es muy posterior, de alguna forma está retomando aquellas ideas de La Bruyère, de Montaigne y de Hobbes, a quien cita. La naturaleza humana, como el inconsciente, es esencialmente solitaria y egoísta y se rige por el principio del placer.

Así que el debate no termina en Hegel, ni en Nietzsche, ni se termina en ninguno de estos pensadores. El debate sigue y posiblemente seguirá. Porque es muy difícil decir: ahora que tenemos todo sobre la mesa, éstos son de verdad los que dan origen a todas las ideas.

Porque cuando después aparecen Adler, Fromm y otros criticando las ideas de Freud, lo hacen también apoyados en los que criticaron en su tiempo a La Bruyère o a Maquiavelo.

¿Pensar al hombre como un ser solitario por naturaleza (como decía Montaigne o como dice también el psicoanálisis en un principio) o como un ser esencialmente gregario y de alguna manera incompleto cuando está solo y que necesita de los demás para sentirse completo (como sostenía Rousseau)? En este debate, los filósofos han preferido predominantemente la idea del ser humano como solitario.

Sin embargo, hay un pensador ruso contemporáneo llamado Todorov, un señor de rulitos que vive en Francia, que tiene un planteamiento muy interesante sobre este asunto. Todorov dice que la historia de la filosofía ha tomado prioritariamente la idea del individuo en soledad por tres razones:

La primera, porque el filósofo es un individuo solitario y se toma a sí mismo como referencia.

La segunda, porque la pelea y la rivalidad hegeliana ciertamente encaja mejor con el origen de la humanidad ligado a los mitos (Caín y Abel, Cronos y Zeus). Todorov dice que la historia de la humanidad siempre empieza con una lucha porque los que la escribieron son hombres y no mujeres. Es decir, la maternidad, que es el verdadero origen de la humanidad, está excluida de la historia, y de estar incluida haría un origen no belicoso. Pero el hombre no pare los hijos, el hombre pelea, entonces la filosofía escrita por hombres ha generado una historia de la humanidad originada en mitos de pelea y rivalidad y no en mitos de parto y amores.

El tercer punto es el siguiente: la soledad del hombre es como una postura amarillista, simplificadora, porque es fácil pensar que primero fue la ameba y que los seres multicelulares aparecieron después. Es decir, él cree que es una postura facilista pensar primero el individuo solo y después la vida en sociedad, ¿por qué no pensar que aparecieron simultáneamente? Todorov opina que la humanidad le gusta autocriticarse, leer los crímenes, los asesinatos, la prensa amarilla. Entonces es mucho más atractivo pensar que el ser humano es destructivo y cruel, que pensarlo necesitado de los demás. Y yo modestamente coincido. Pensar que el ser humano necesita del otro para que lo mire y lo quiera tiene mala prensa.

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3 respuestas a Naturaleza solitaria o vida social

  1. Sergio Guerrero Lopez dijo:

    Gracias por darte el tiempo de transcribir este texto del buen Bucay, les recomiendo leer el libro completo, Felicidades por difundir el pensamiento filosófico.

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  2. Rosario dijo:

    Muchas gracias por tomarte el tiempo de escribir todo esto. Realmente fue de mucho crecimiento para mi saber mejor quien soy. Ahora tengo mi respuesta, de por que despues de ser sociable, ahora me gusta ser solitaria. Entre mas pasan los años, soy mas autosuficiente y me siento mejor. Ya no necesito de que me admiren y me den un valor. Yo ahora me valoro y me admiro. Sin necesidad de que nadie me reconozca.
    De nuevo, mil gracias por tomarte parte de tu tiempo, de tu vida, para resumidamente, darnos catedra de los pensamientos de distintos filosofos. ¡WOW! fue estupendo todo lo que lei.

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  3. david dijo:

    Me ha gustado mucho

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